A pesar de estas advertencias, muchas personas están siendo gobernados por el deseo de hacerse rico.

No hay nada malo con ser ricos, mientras nosotros seguimos las reglas de Dios para vivir la vida inteligentemente. En concreto, hemos de honrarlo con nuestro dinero, lo que incluye reconocer que Él es el legítimo propietario. Salmos 50:10 … Pues todos los animales del bosque son míos, y soy dueño del ganado de mil colinas.

Y estamos también para dar con alegría 2 Corintios 9: 7 Cada uno debe decidir en su corazón cuánto dar. Y no den de mala gana ni bajo presión, «porque Dios ama a la persona que da con alegría. El deseo de riqueza se convierte en un pecado cuando la acumulación es una de nuestras mayores prioridades. Si ese es el caso, el dios al que terminamos sirviendo es el dinero.

Los creyentes debemos vivir por la gracia en cada aspecto de nuestra, incluyendo las finanzas. Él ha prometido suplir nuestras necesidades, así que debemos considerar las ganancias y pérdidas financieras en el marco de su voluntad y su plan.

La pobreza y los tiempos difíciles son tan comunes a los creyentes como a los no creyentes. Sin embargo, la Biblia promete que si vivimos por la gracia de Dios, Él proveerá ampliamente para lo que necesitamos.